Reflexión

INDISPENSABLE REFLEXIÓN

Sobre el Sedevacantismo se ha dicho lo que se ha querido, muchos han opinado sobre esta posición teológica y canónica católica sin conocer en profundidad sus verdaderos orígenes y desarrollo, sus verdaderos protagonistas --eclesiásticos de la mayor relevancia jerárquica como intelectual--, sus verdaderos y graves fundamentos dogmáticos, su imperiosa razón de defender a los católicos de la grave apostasía y cisma en el que ahora viven y malviven. Paradójica y curiosamente sus máximos enemigos y detractores han sido aquellos que se dicen "defensores de la tradición católica", estos son los falsos tradicionalistas, todos ellos ex miembros de la FSSPX a la cual hoy día calumnian y difaman con un diabólico resentimiento; dirigidos por una élite infiltrada con psudosteólogos que inventaron laberínticas "tesis" rabínicas-dominicas-jesuíticas, y de una gran malicia al servicio del complot judeo-masónico, y secundados por la complicidad y servilismo de una mayoría de incautos que movidos siempre por la ingenuidad de una cómoda negligencia se alimentan de las "teologías" y de los "teólogos" del facebook o de los blog de la internet. Frente a todos estos paracaidístas devenidos en estos últimos meses al "sedevacantismo" los hay de muchos colores, entre ellos contamos a los desilucionados por el coqueteo de Jorge Bergoglio con los Protestantes, Judíos y Musulmanes, como si Ratzinger, Wojtila y Montini no lo hubiesen hecho antes, estos nuevos "sedevacantistas" creen que solo Bergoglio es hereje formal y material y por lo tanto no es papa, pero los muy incautos "ignorantes en la cuestión" aceptan la misa nueva y los sacramentos dados con el nuevo ritual inválido e ilegítimo de Paulo VI. Los Católicos fieles creemos firmemente que el último Papa de la Iglesia Católica Apostólica Romana fue S.S Pío XII y que de allí por defecto y consecuencia de la Grana Apostasía ha cesado la institución del cónclave y cualquier iniciativa al respecto, solo será una delirante intentona.

viernes, 31 de diciembre de 2010

¿YO PARA QUE NACÍ? (meditación para el final de año)

Por Lope de Vega
¿Yo para qué nací? Para salvarme.
Que tengo que morir es infalible;
Dejar de ver a Dios y condenarme
Triste cosa será, pero posible.
¡Posible...! ¿y río y duermo
y quiero holgarme?
¡Posible...! ¿y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago? ¿En qué me ocupo?
¿En qué me encanto?
¡Loco debo yo ser, pues no soy santo!



martes, 28 de diciembre de 2010

DÍA DE LOS SANTOS INOCENTES, MÁRTIRES

“Vox in Rama audita est, plorátus et ululates: Rachel plorant filios suos, et nóluit consolári, quia non sunt” (“Una voz fue oída en Ramá, muchos lloros y alaridos: es Raquel que llora sus hijos, sin querer consolarse, porque ya no existen”, Mt. 2, 18), reza la antífona de Communio en la Sancta Missa de los Santos Inocentes, mártires, que dieron sus pequeñas vidas por el Cordero inmaculado, Nuestro Señor Jesucristo. ¡Cuán dignos de compasión son estos pobres niños, considerados desde un punto de vista natural! Y sin embargo, ¡cuán feliz fue su suerte, si la consideramos desde el punto de vista sobrenatural!
Y ante todo ocurre preguntar: ¿qué habría sido de estos niños a no morir a tan tierna edad? Tal vez se habrían manchado con placeres deshonestos, y más tarde habrían sido enemigos del Salvador y acaso cooperadores de su muerte… En todo caso, no habrían llegado a ceñir su frente con una corona, y su felicidad no habrá dejado de naufragar en la ruina que más tarde sobrevino a todo el pueblo judío.
Preguntémonos ahora qué es lo que ha sido de aquellas inocentes víctimas. Son santos, y santos poderosos, que, según se dice, han recibido de Dios especial poder de intercesión para la hora de la muerte. Son almas inocentes que en el cielo ostentan la aureola de la virginidad. Por eso en la Sancta Missa de hoy, la Iglesia les aplica aquel hermoso pasaje del Apocalipsis, en donde San Juan pinta la felicidad y la gloria de las almas inocentes en el cielo. Son finalmente, santos mártires. La Iglesia los reconoce como tales, porque perdieron su vida por Cristo, y celebra su fiesta de un modo especialmente solemne, aun cuando cae en días de júbilo dentro de la Octava de Navidad. Ellos fueron objeto de una profecía de Jeremías. Jeremías presentó a Raquel, una de las madres primitivas de Israel, llorando con los mismos lamentos sobre el cautiverio del pueblo de Dios en Babilonia, y sobre su reprobación final, hacia lo que la matanza de los inocentes fue el primer paso, con el fin de matar entre ellos al Mesías. El destino de aquellos niños está ligado con el de todo un pueblo, su muerte es profecía y principio de la perdición de toda la nación.
Los niños inocentes encontraron, pues, su felicidad en su martirio. Al trasponer los umbrales de la vida, dice la Iglesia, en un himno a ellos dedicado, habían llenado ya su misión. Rápidamente y sin dolor, al menos sin dolor consciente. En un instante, sin más tiempo que el preciso para cortarles el cuello. Cerraron sus ojos al mundo terrenal y a sus padres carnales, y los abrieron para contemplar eternamente la hermosa faz de Dios.
Ellos fueron la salvaguardia del Salvador, y a ellos les debemos todo lo que por nosotros hizo en los treinta y tres años de su vida. Por esta íntima relación de los Inocentes con Jesús, los ama y festeja tanto la Iglesia, así como también María les debió guardar una compasiva ternura en su corazón. En una encantadora visión, el cantor eclesiástico ve a los pequeños mártires en la gloria jugando alrededor de la Virgen con su Hijo divino: “Vos prima Christi víctima, Grex immolatórum tener, Aram sub ipsam símplices Palma et corónis lúditis” (“Vosotros sois las primeras víctimas de Cristo, los tiernos corderos inmolados por Él; y jugáis, inocentes, ante su altar con vuestras palmas y coronas”). Amén.

sábado, 25 de diciembre de 2010

MENSAJE DE NAVIDAD 2010 DE LA SOCIEDAD RELIGIOSA SAN LUIS REY DE FRANCIA


¡Queridos fieles, benefactores y amigos!

Dios Todopoderoso es el Señor y dueño de todo lo que existió, existe y existirá en el mundo. Y, sin embargo, no se pronunció ni hizo autobombo sobre los corazones de la humanidad que crecía bajo la tiranía miserable del demonio.
Antes de la venida de Jesucristo este tirano, el diablo, era el señor y se hacia adorar por los hombres como a un dios, con incienso, sacrificios rituales de animales y en muchas culturas pre-hispánicas exigía de sus súbditos la propia vida por medio de los sacrificios humanos. Durante miles de años este tirano –el diablo- Torturó sus cuerpos y sus mentes y por el camino del dolor y la miseria, los llevó a tormentos eternos.
A este gran tirano es a quién Jesucristo Ntro. Sr. vino a derrocar y así liberar a la humanidad de la esclavitud del poder de las tinieblas, vino a liberarnos de la oscuridad de la muerte, y a enseñarnos el verdadero Camino de salvación, como así también nos enseñó a adorar solamente a Aquel que debía ser adorado, al legítimo dueño, que nos ama como un verdadero padre, que en lugar de dejarnos esclavos de Satanás, desea que seamos sus hijos y coherederos del Reino Junto a Jesucristo.
Nuestro Salvador Jesús es el Hijo Unigénito de Dios, igual en todas las cosas a su Padre. Pero por amor a nosotros, se rebajó a la forma humilde de siervo y vistió nuestra misma carne humana, haciéndose igual en todo al hombre menos en el pecado. Y puesto que por el pecado nos habíamos hecho agentes del diablo, Cristo vino en forma de hombre para redimirnos, ofreciendo sus sufrimientos y muerte para satisfacer la Justicia Divina y así evitarnos la condenación eterna. ¿Quién podría creerlo si no fuese por medio de la Santa Fe Católica? ¿Quién podría concebir semejante doctrina?

Dice el venerable Beda, doctor de la Iglesia, que vivió en Inglaterra en la Edad Media”: “Que Jesús apenas nacido y antes de que se inscriba en el censo del César ya había comenzado a padecer, naciendo muy pobremente e incómodo para nuestra liberación, y aquí podemos ver cómo empieza a pagar nuestras deudas con sus sufrimientos”.
Es por todo esto y no por otra cosa que los cristianos celebramos la Navidad con Alegría, gozo y paz; porque por la Encarnación del Hijo de Dios en las entrañas virginales de María hemos sido salvados. Pareciera que a medida que el tiempo pasa y la historia humana avanza, se va opacando el esplendor de este mensaje. Los mismos signos que anuncian una nueva Navidad, como el pesebre con su lenguaje directo de imágenes transmitiendo el histórico misterio del Dios hecho hombre, se ve reemplazado por otros signos e imágenes que manifiestan el proceso de una cultura menos cristiana. El papá Noel, el trineo con sus renos, la estrella cometa, poco a poco son vaciados de su raíz y contenido cristiano y manifiestan una transformación cultural que después se traduce en fiestas más paganas que cristianas, más materialistas que espirituales, más bárbaras que humanas.
Es nuestro deber como católicos devolver – más no sea por lo menos en nuestros hogares- a esta solemnidad el verdadero sentido cristiano que encarna la Navidad: La ‘nativitas’, el nacimiento de Jesucristo: Dios y hombre verdadero que vino para ser el Salvador del mundo, de todos los hombres y de cada hombre.
Pidamos en esta noche santa y a los pies del pesebre, la gracia de amar mucho a este Dios que se ha hecho Niño para que nosotros seamos grandes y que la Virgen Madre y San José nos protejan siempre y nos ayuden a ser hombres y mujeres de buena voluntad.










jueves, 16 de diciembre de 2010

MISA DE PRIMERAS COMUNIONES EN TAMPA FL.

El pasado Sábado 12 de Diciembre, Solemnidad de Ntra. Sra. de Guadalupe Patrona de México y Emperatriz de América, el Padre Emilio Fattore (S.R.S.L.R.F), celebró una Solemne Misa en la Capilla Inmaculado Corazón de María; durante la misma recibieron la Primera Comunión los siguientes niños:
Alberto Dominguez, Martin Arroyo, Angel de Jesus Martinez, Joshua Toro Angel, Antonio Ramirez, Armando Martinez, Oscar Garibaldi, Luis Fernando Garibaldi, Christian Baca , Edwing Miguel Leon, Rafael Baca, Sergio Daniel Pineros, Juan Sebastian Soto, Johan Jimenez Cadavid, Edwal Fernando Sierra, Brian steven Sanchez, Nayely Ramirez, Yoanna Arroyo , Juliana Garibaldi, Leslie Arroyo, Ana Garibaldi , Gabriela Garibaldi, Andrea Garibaldi, Valeria Rosario, Laura Natalia Osorio, Alejandra Chaparro.Finalizada la Misa se procedió a la entrega de los diplomas a los niños y diversas medallas a aquellos que sobresalieron durante el año de catecismo.

Medallas académicas

Asistencia perfecta a clase y Misa dominical niñas
Ana, Andrea y Gabriela Garibaldi

Mejor asistencia a clase y a Misa niñosAngel y Armando Martinez.
Mejores calificacionesJuan Soto , Josua Toro , Gabriela Garibaldi , Alejandra Chaparro
Asistencia a clase con una sola falta en el añoAlejandra Chaparro , Johana Arroyo , Leslie Arroyo , Bryan Sanchez
Mejor participación en claseSergio Pineros
Mejores trabajos prácticosJoshua Toro , Laura Osorio







miércoles, 15 de diciembre de 2010

DEL CATECISMO MAYOR, DE SAN PÍO X: DE LA MANERA DE ASISTIR A LA SANTA MISA

666.- ¿Qué cosas son necesarias para oír bien y con fruto la santa Misa? - Para oír bien y con fruto la santa Misa son necesarias dos cosas: 1ª., modestia en el exterior de la persona; 2ª., devoción del corazón.
667.- ¿En qué consiste la modestia de la persona? - La modestia de la persona consiste de un modo especial en ir modestamente vestido, en guardar silencio y recogimiento y en estar cuanto sea posible arrodillado, excepto el tiempo de los evangelios, que se oyen en pié.
668.- ¿Cuál es la mejor manera de practicar la devoción del corazón mientras se oye la santa Misa? - La mejor manera de practicar la devoción del corazón mientras se oye la santa Misa, es la siguiente:

1º. Unir desde el principio nuestra intención con la del sacerdote, ofreciendo a Dios el santo sacrificio por los fines para que fue instituido.

2º. Acompañar al sacerdote en todas las oraciones y acciones del sacrificio.

3º. Meditar la pasión y muerte de Jesucristo y aborrecer de corazón los pecados que fueron causa de ella.
4º. Hacer la comunión sacramental o, a lo menos, la espiritual, al tiempo que comulga el sacerdote.

669.- ¿Qué es comunión espiritual? - Comunión espiritual es un gran deseo de unirse sacramentalmente a Jesucristo, diciendo, por ejemplo: “Señor mío Jesucristo, deseo con todo mi corazón unirme a Vos ahora y por toda la eternidad”, y haciendo los mismos actos que preceden y siguen a la comunión sacramental.

670.- ¿Estorba oír la Misa con fruto el rezo del Rosario y de otras preces durante la misma? - El rezo de esas preces no estorba oír con fruto la Misa, con tal que se procure buenamente seguir las ceremonias del santo sacrificio.
671.- ¿Es loable rogar también por otros mientras se asiste a la Santa Misa? - Es loable rogar también por otros mientras se asiste a la santa Misa; antes bien, el tiempo de la Santa Misa es el más oportuno para rogar a Dios por los vivos y por los difuntos.

672.- ¿Qué se debe hacer acabada la Misa? Acabada la Misa debemos dar gracias a Dios por habernos concedido asistir a tan gran sacrificio y pedir perdón por las faltas que hubiésemos cometido al oírla.

martes, 14 de diciembre de 2010

MISIÓN VIRGEN DEL CARMEN EN SANTIAGO DEL ESTERO …


Durante la segunda semana de Diciembre se realizaron diversos apostolados en la misión Virgen del Carmen de la ciudad de Santiago del Estero Argentina. El Miércoles 8 Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, feriado Nacional en nuestro país, el Padre Mauricio Zárate S.R.S.L.R.F. celebro la Santa Misa durante la cual seis niños y jóvenes recibieron la Primera Comunión, después de haberse preparado durante todo este año y parte del año pasado.
Los que siguen, son los nombres de de quienes en esta gran Solemnidad recibieron al Sr. Jesús oculto tras los velos eucarístico: Juan Manuel Bravo, Enzo Martín Luna, Gonzalo Nicolás Luna, Fátima de los Milagros Pappalardo, Vanessa Geraldine Bravo y Andrea Verónica Tevez.También el P. Mauricio bendijo algunos hogares y visitó algunos enfermos en el Hospital Regional, especialmente en el pabellón de Oncología. Gracias a Dios, a la Virgen Santísima y a la gran generosidad de fieles de San Antonio de Areco y de U.S.A. podemos continuar con esta Obra de Iglesia y ver como después de cada visita pastoral, los fieles y amigos de Sgo. del Estero se van fortaleciendo y definiendo a la Fe de Siempre, eclipsada y minimizada desde hace cuatro décadas por la herejía modernista que se ha apoderado de todos los templos, capillas, colegios, universidades y seminarios construidos por nuestros mayores para propagar el catolicismo y celebrar la Santa Misa verdadera.


sábado, 11 de diciembre de 2010

CRÓNICAS DE UNA CONVIVENCIA COMUNITARIA …


El último Domingo de Noviembre a manera de despedida del año y festejando el cumpleaños del Padre Emilio, de la Sra. Irma García de Aguilera y del Sr. Jorge Riascos Miller, la comunidad de fieles hispanos de la Capilla Inmaculado Corazón de María de la ciudad de Tampa Florida U.S.A. realizaron una agradable jornada de convivencia. Todo comenzó con la Santa Misa dominical rezada por el P. Fattore y finalizada esta se movilizaron hasta el lugar en donde compartieron fraternalmente el almuerzo y distintas actividades al aire libre; en las fotos que compartimos con nuestros visitantes, hemos incluido algunas del inicio de la construcción que se está llevando acabo de la nueva iglesia Inmaculado Corazón de María que Dios mediante estará finalizada a fines del próximo año.






miércoles, 17 de noviembre de 2010

¿ES POSIBLE LOGRAR LA SANTIDAD EN EL MATRIMONIO? …

Alguien en una ocasión comentó que le parecía irreal el hecho de que se pudiera lograr la santidad en el matrimonio. Ante esta afirmación, una persona que estaba presente le respondió: «Ama y haz lo que quieras».
La clave para alcanzar la santidad en el matrimonio es recordar y actuar conforme la frase de san Agustín: «Ama y haz lo que quieras».
El matrimonio y la familia son bienes dados a la humanidad por Dios. En este sentido el matrimonio no es una institución humana, sino que es una institución divina instituida desde los orígenes, ya que Dios así lo quiso. De tal manera que el amor y la unión entre un hombre y una mujer son bendecidos por Dios, y está unión está llamada a ser fecunda e indisoluble. «De manera que ya no son dos, sino una sola carne» (S. Mt 19, 6).
Es así como el matrimonio cristiano es una vocación divina, es decir, que Dios llama a muchas personas a ese estado de vida para que, por medio de él, se santifiquen.

En este sentido el matrimonio tiene efectos sobre los cónyuges: aumenta la gracia santificante, es decir, que da a los cónyuges la gracia necesaria para poder vivir su matrimonio rectamente, y da la fortaleza para poder sobrellevar las cargas y sufrimientos que en ocasiones trae consigo el matrimonio.
Asimismo, los esposos tienen como medio y camino de santidad y apostolado la educación de sus hijos, ya que son los primeros y principales educadores de los hijos.
De tal manera que santificarse en el matrimonio significa vivir el amor y dar el amor en Cristo en todo momento, trabajo, diversión, sufrimiento, enfermedad, alegría. Para lograr esto es necesario que los esposos pongan los medios que están de su parte para lograr la santificación: no dejarse llevar por el egoísmo, fomentar el amor entre ellos, vivir la fidelidad conyugal, practicar las virtudes sobrenaturales (fe, esperanza, caridad, prudencia, justicia, fortaleza y templanza), ejercitar las virtudes humanas (humildad, optimismo, sinceridad, generosidad, laboriosidad), amar a Dios y a su prójimo, crear un ambiente familiar en torno al amor cristiano, orar, frecuentar los sacramentos de la Confesión y la Eucaristía, y tomar como modelo a la Sagrada Familia.
El verdadero amor, el amor cristiano es: paciente y bondadoso, no tiene envidia, ni orgullo ni arrogancia. No es grosero ni egoísta; no se irrita ni es rencoroso; no se alegra de la injusticia, sino que encuentra su alegría en la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (cfr. I Cor. 13,4-7)
La santidad sí la podemos lograr dentro del matrimonio; el requisito es AMAR.
Por: Nancy Ruiz Escalante





martes, 2 de noviembre de 2010

CRÓNICAS DE UN BAUTISMO

El pasado Sábado 30 de Octubre, víspera de Cristo Rey, en la ciudad de Junín Pcia. de Bs.As., recibió las aguas regeneradoras del Santo Bautismo el niña Felicitas Murgia, hija del Matrimonio integrado por Manuel Ignacio Murgia y María Paula Dani, ellos fieles, amigos y benefactores de nuestra Soc. Religiosa. El Sacramento fue administrado por el Padre Mauricio María y se realizó en el salón de la Sociedad Asturiana de Junín; fungieron como padrinos el Señor. Adalberto Daniel Jesus Cucchetti
Tengolisto y la Señorita María Soledad Giuffré.

(Las siguientes son algunas fotos tomadas durante la ceremonia:)




viernes, 15 de octubre de 2010

OTRO FRUTO DE LA AMARGA PRIMAVERA CONCILIAR…


Así es, otro de los amargos frutos que ha dejado la herejía modernista en estos últimos cuarenta años, aparte del vaciamiento doctrinario, la nueva misa, los sacramentos bastardos y la general apostasía en la vida religiosa como así también en el pueblo, fueron el indiferentismo religioso, el laicismo y la desconfianza en el clero; no dejamos de lado también el abandono de muchísimos templos y conventos que al quedar sin curas y sin monjas han sido abandonados, destruidos ó cuando no vendidos a empresas que nada tienen que ver con la religión.

Hace un tiempo atrás, invitados por unos amigos visitamos una hermosa iglesia en nuestra amada Patria, que hace más de tres décadas ha sido abandonada, saqueada y profanada completamente. Algunos parroquianos nos comentaban que el antiguo cura -que por cierto es muy entrado en edad- se dedica ahora a visitar sus colmenas en una hermosa camioneta y a negocios del mundo, que aparentemente le reditúa más ganancias económicas.
Debemos decir que nos llenó de tristeza ver a esa gente abandonada espiritualmente y su iglesia destruida, pero nos consoló saber de que mantenían la Fe católica y es gracia a que la herejía modernista no es predicada en su antiguo templo. Vemos aquí algo que leíamos hace un tiempo en una web católica y que decía algo así como: “ En la crisis actual de la Iglesia, el Demonio es el culpable primero y el Vaticano Segundo”. (LAS QUE SIGUEN SON ALGUNAS FOTOS DE DICHA VISITA)





miércoles, 13 de octubre de 2010

FUERA DE LA IGLESIA NO HAY NINGUNA SALVACIÓN...

Empero cuando el Hijo del hombre viniere, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc 18:8)


Pocos dogmas de fe han sido tan atacados por la marea modernista como el que reza “Extra Ecclesiam nulla salus” (fuera de la Iglesia no hay salvación). Evidentemente se trata de una de las verdades de fe que menos agradan al mundo moderno. Como dice Garrigou-Lagrange el mundo moderno pretende separarse de la Iglesia
busca, es cierto, poner freno a las bajas pasiones, luchar contra la avaricia, trabajar por las mejoras de la clase obrera; más pretende hacer esto por sus propias fuerzas, sin la ayuda de Dios, nuestro Señor y de la Iglesia; sólo se inspira en su propio juicio, en su propia razón y voluntad. [1]

Pero no es nuestra voluntad la que tenemos que hacer para ser merecedores de gracia, antes bien es la voluntad de Dios quien quiere que todos los hombres le conozcan y por conocerle y obedecerle, se puedan salvar (I Tim 2, 4). Frecuentemente escuchamos, hoy más que antes que hay salvación fuera de la Iglesia Católica. Esta tesis es mantenida por muchos que se basan en el principio de que Dios es misericordioso y bueno:
Carísimos, amémonos unos a otros porque la caridad procede de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y a Dios conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amo r (I Jn 4, 7-8)

Pero estos que malinterpretan esta hermosa frase del Discípulo Amado, olvidan que Dios es justo y que el premia y castiga a cada cual según sus meritos:
Y dirá a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui peregrino y no me alojasteis; estuve desnudo y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.
Entonces ellos responderán diciendo: Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento, o sediento, o peregrino, o enfermo, o en prisión, y no te socorrimos? Él les contestará diciendo: en verdad os digo que cuando dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo. E irán al suplicio eterno y los justos a la vida eterna.

Pero ¿Implica esto que existe una contradicción entre la bondad de Dios y su justicia? Algunos podrán decir que Dios es tan bueno que ama y perdona a todos, y que su misericordia es tan grande que por ello el infierno, de existir, está vacío. Huelga decir que esta es la herética proposición de Von Balthasar y de otros varios modernistas que en todo contradicen ad litteram la verdad revelada en las Sagradas Escrituras, muy similar a la del otro gran hereje del siglo XX Karl Barth quien declaró que todos estamos predestinados a la salvación.
Los católicos sabemos muy bien que Dios es justo y es bueno, y como es bueno perdona a quienes se arrepienten. Cualquier pecado puede perdonarse, para ello Dios Nuestro Señor instituyó a los ministros con la potestad de perdonarlos o retenerlos, instituyendo así el sacramento de la Penitencia (Jn 20: 22-23). Pero como Dios es justo bien dijeron los reverendos padres asistentes al Concilio de Quierzy (año 853):
Dios omnipotente quiere que todos los hombres sin excepción se salven [1 Tim. 2, 4], aunque no todos se salvan. Ahora bien, que algunos se salven, es don del que salva; pero que algunos se pierdan, es merecimiento de los que se pierden. [2]



Para la salvación de los hombres, Nuestro Señor Jesucristo instituyó los Sacramentos y como custodia de esta y de toda su doctrina a la Iglesia que el fundó: la Santa Iglesia Católica
Y yo te digo a ti que tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mt 16,18)

Pero hay quienes creen que es posible salvarse fuera de la Iglesia. Que fuera de la Iglesia que Cristo fundó podemos encontrar la Vida Eterna, podemos agradarle al Padre y recibir la gracia del Espíritu Santo. ¿Esto es así? No, claro que no. Todos los Padres de la Iglesia, todos los Doctores, Teólogos y Pontífices han afirmado siempre y constantemente (salvo en los tiempos modernos, como veremos más adelante) que nadie puede salvarse fuera de la Única Iglesia de Cristo:
Y una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual nadie absolutamente se salva, y en ella el mismo sacerdote es sacrificio, Jesucristo [3]
Pero al mismo tiempo no podemos menos que acordar a todos, grandes y pequeños, como hizo Papa San Gregorio, de la necesidad absoluta de recurrir a esta Iglesia para tener salvación eterna [4].
Esto mismo fue declarado por nuestro Señor cuando indicó que
Él que a vosotros oye, a mí oye; y el que a vosotros desecha, a mí desecha (Lc 10, 16)
Y si no oyere a la iglesia, tenle por pagano y publicano (Mt 18, 17)

Pero, claro, esto es muy duro para el mundo moderno. Sería mucho mejor si cada uno pudiera salvarse en la religión que más le gusta, en aquella que es más flexible, más laxa, en la que le permite hacer lo que quiera sin tener que rendir cuentas a nadie.
Friedrich Hügel sostuvo que la verdad estaba en todas las religiones, Karol Wojtila/Juan Pablo II lo creyó y lo demostró más de una vez cuando habló de ecumenismo; Joseph Ratzinger lo sostuvo en su juventud, lo sostuvo como “Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (Conciliar)” y hoy como Benedicto XVI; otros grandes “maestros” del modernismo siguieron esta doctrina de que fuera de la Iglesia hay salvación: Yves Congar, Henri de Lubac, Hans Urs von Baltasar y otros tantos que podríamos llenar páginas. Todos ellos de la “Iglesia Conciliar”. No discutiremos aquí si estos son o eran verdaderos católicos o herejes y usurpadores disfrazados. Nosotros tenemos antes que nada a tenernos a la Verdad que Cristo nos reveló y es que quien no está con Él está en su contra (Mt 12, 30), y es Cristo quien está en la Iglesia y esta vive en Él
Abrazados a la verdad, en todo crezcamos en caridad, llegándonos a aquel que es nuestra cabeza, Cristo, por quien todo el cuerpo, trabado y unido por todos los ligamentos que lo unen y nutren según la operación de cada miembro, va obrando mesuradamente su crecimiento en orden a su conformación en la caridad (Ef 4, 15-16)


De nuevo, o se está con Cristo (y su Iglesia) o se está en su contra. Quienes creen que es muy dura esta verdad de fe, deberían recordar que no podemos elegir que creer y que no, sino que estamos obligados a creer con fe verdadera y divina todo lo que la Iglesia ha definido como Verdad, así fue creído siempre, tal como lo demuestra el Credo de Atanasio:
Todo el que desee salvarse debe, ante todo, guardar la fe católica; pues, a menos que una persona guarde esta fe entera e inviolada, sin duda alguna se perderá para siempre.

San Agustín nos cuenta de que
[...] un tal Retorio fundó una herejía de inaudita vanidad, porque afirma que todos los herejes caminan rectamente y dicen la verdad. Lo cual es tan absurdo que me resisto a creerlo [5].

La Verdad es Una, y la Verdad es Cristo (Jn 14, 6). Para ser libres debemos someternos a la obediencia de Dios, y para obedecerle debemos estar en su Iglesia, debemos creer lo que la Iglesia cree, enseñar lo que la Iglesia enseña y rechazar lo que ella rechaza. No podemos salvarnos fuera de la Iglesia, porque ella es la Única en la que se dan las cuatro marcas:
1. Es Una, porque uno es su Fundador y Cabeza invisible: Jesucristo, el Hijo de la Santísima Virgen María, la Inmaculada Madre de Dios.
2. Ella es Santa, porque Santo es su Fundador y santos son los miembros que están en el Cielo, contemplando a Dios en la felicidad eterna; Santa además porque ella no contiene mancha ni error, no erró y no puede errar porque “las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mt 16, 18)”.
3. Es Católica, porque su mensaje es universal, para todos los tiempos y para todos los hombres que quieran recibirlo.
4. Es Apostólica, porque sobre los Apóstoles está fundada, porque ellos transmitieron el mensaje de Nuestro Señor, la Buena Noticia de la Redención, y porque la misma Iglesia, Una, Santa y Católica fue gobernada por los Apóstoles y hoy lo es por sus sucesores, los obispos, sumos sacerdotes que mantienen la sucesión apostólica válida, quienes tienen el deber de defender la fe y combatir las herejías.
La Iglesia se mantendrá a pesar de las dificultades: no pudieron contra ella ni Nerón, ni Diocleciano, ni Juliano, ni Atila, Solimán o Napoleón, no pudo el III Reich, no pudo la Unión Soviética y tampoco la China Comunista. No podrán contra ella las pervertidas herejías de Arrio, Nestorio, Lutero, ni tampoco de los ecumenistas, de los que “aman al mundo” y al Príncipe de este Mundo. Los modernistas no podrán destruir la Iglesia de Dios. Las persecuciones han fortalecido a la Iglesia, porque la purificaron con la Sangre de los Mártires, que sirvieron y sirven de ejemplo para los fieles.

La Iglesia mantendrá siempre la verdad, será la que custodie el Mensaje que Cristo entregó. La verdad no depende de gustos, no depende del tiempo ni de los caprichos de los hombres, sino de Cristo, quien es la Verdad. La Iglesia Jamás se basó en la popularidad para proclamar lo que debía ser creído, sino en el testimonio de Cristo revelado en las Sagradas Escrituras y Transmitido en la Tradición:
En un momento de la historia de la Iglesia, sólo unos años antes de la presente predicación de Gregorio [Nazianzano] (+380 A.D.), tal vez el número de obispos Católicos en posesión de sedes, a diferencia de obispos Arrianos en posesión de sedes, fue nada más que algo entre 1% y 3% del total. Si la doctrina hubiera sido determinado por popularidad, hoy fuéremos todos negadores de Cristo y opositores del Espíritu. [6]
Esta es la Fe Católica. La fe de siempre, la que afirma que solo hay salvación en la Iglesia Católica. Fuera de esta Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica solo hay discusiones, errores y tinieblas porque solo en ella se da el Pentecostés eterno de la influencia del Espíritu Santo.

Laus Deo.
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[1] R. Garrigou-Lagrange OP, Las tres edades de la vida interior,1950.
[2] Dz 318.
[3] Inocencio III, IV Concilio de Letrán, año 1215, Dz 430.
[4] San Pío X, Iucunda sane, 1904.
[5] San Agustín, Las Herejías, 72.
[6] Guillermo Jurgens, La Fe de los Padres Antiguos, II, p., 39.

lunes, 11 de octubre de 2010

12 DE OCTUBRE DÍA DE LA HISPANIDAD...

TRES LUGARES COMUNES DE LA LEYENDA NEGRA- (Por Antonio Caponnetto)

Frente a la Leyenda negra de la conquista, propalada por los enemigos de la Fe Católica, le ofrecemos la realidad sobre los tres tópicos siempre usados ...

Introducción
La conmemoración del Quinto Centenario ha vuelto a reavivar, como era previsible, el empecinado odio anticatólico y antihispanista de vieja y conocida data. Y tanto odio alimenta la injuria, ciega a la justicia y obnubila el orden de la razón, según bien lo explicara Santo Tomás en olvidada enseñanza. De resultas, la verdad queda adulterada y oculta, y se expanden con fuerza el resentimiento y la mentira. No es sólo, pues, una insuficiencia histórica o científica la que explica la cantidad de imposturas lanzadas al ruedo. Es un odium fidei alimentado en el rencor ideológico. Un desamor fatal contra todo lo que lleve el signo de la Cruz y de la Espada.
Bastaría aceptar y comprender este oculto móvil para desechar, sin más, las falacias que se propagan nuevamente, aquí y allá. Pero un poder inmenso e interesado les ha dado difusión y cabida, y hoy se presentan como argumentos serios de corte académico. No hay nada de eso. Y a poco que se analizan los lugares comunes más repetidos contra la acción de España en América, quedan a la vista su inconsistencia y su debilidad. Veámoslo brevemente en las tres imputaciones infaltables enrostradas por las izquierdas.


El despojo de la tierra
Se dice en primer lugar, que España se apropió de las tierras indígenas en un acto típico de rapacidad imperialista.

Llama la atención que, contraviniendo las tesis leninistas, se haga surgir al Imperialismo a fines del siglo XV. Y sorprende asimismo el celo manifestado en la defensa de la propiedad privada individual. Pero el marxismo nos tiene acostumbrados a estas contradicciones y sobre todo, a su apelación a la conciencia cristiana para obtener solidaridades. Porque, en efecto, sin la apelación a la conciencia cristiana —que entiende la propiedad privada como un derecho inherente de las criaturas, y sólo ante el cual el presunto despojo sería reprobable— ¿a qué viene tanto afán privatista y posesionista? No hay respuesta.
La verdad es que antes de la llegada de los españoles, los indios concretos y singulares no eran dueños de ninguna tierra, sino empleados gratuitos y castigados de un Estado idolatrizado y de unos caciques despóticos tenidos por divinidades supremas. Carentes de cualquier legislación que regulase sus derechos laborales, el abuso y la explotación eran la norma, y el saqueo y el despojo las prácticas habituales. Impuestos, cargas, retribuciones forzadas, exacciones virulentas y pesados tributos, fueron moneda corriente en las relaciones indígenas previas a la llegada de los españoles. El más fuerte sometía al más débil y lo atenazaba con escarmientos y represalias. Ni los más indigentes quedaban exceptuados, y solían llevar como estigmas de su triste condición, mutilaciones evidentes y distintivos oprobiosos. Una "justicia" claramente discriminatoria, distinguía entre pudientes y esclavos en desmedro de los últimos y no son éstos, datos entresacados de las crónicas hispanas, sino de las protestas del mismo Carlos Marx en sus estudios sobre "Formaciones Económicas Precapitalistas y Acumulación Originaria del Capital". Y de comentaristas insospechados de hispanofilia como Eric Hobsbawn, Roberto Oliveros Maqueo o Pierre Chaunu.
La verdad es también, que los principales dueños de la tierra que encontraron los españoles —mayas, incas y aztecas— lo eran a expensas de otros dueños a quienes habían invadido y desplazado. Y que fue ésta la razón por la que una parte considerable de tribus aborígenes —carios, tlaxaltecas, cempoaltecas, zapotecas, otomíes, cañarís, huancas, etcétera— se aliaron naturalmente con los conquistadores, procurando su protección y el consecuente resarcimiento.
Y la verdad, al fin, es que sólo a partir de la Conquista, los indios conocieron el sentido personal de la propiedad privada y la defensa jurídica de sus obligaciones y derechos. Es España la que se plantea la cuestión de los justos títulos, con autoexigencias tan sólidas que ponen en tela de juicio la misma autoridad del Monarca y del Pontífice. Es España -con ese maestro admirable del Derecho de Gentes que se llamó Francisco de Vitoria— la que funda la posesión territorial en las más altos razones de bien común y de concordia social, la que insiste una y otra vez en la protección que se le debe a los nativos en tanto súbditos, la que garantiza y promueve un reparto equitativo de precios, la que atiende sobre abusos y querellas, la que no dudó en sancionar duramente a sus mismos funcionarios descarriados, y la que distinguió entre posesión como hecho y propiedad como derecho, porque sabía que era cosa muy distinta fundar una ciudad en el desierto y hacerla propia, que entrar a saco a un granero particular. Por eso, sólo hubo repartimientos en tierras despobladas y encomiendas "en las heredades de los indios". Porque pese a tantas fábulas indoctas, la encomienda fue la gran institución para la custodia de la propiedad y de los derechos de los nativos. Bien lo ha demostrado hace ya tiempo Silvio Zavala, en un estudio exhaustivo, que no encargó ninguna "internacional reaccionaria", sino la Fundación Judía Guggenheim, con sede en Nueva York. Y bien queda probado en infinidad de documentos que sólo son desconocidos para los artífices de las leyendas negras.
Por la encomienda, el indio poseía tierras particulares y colectivas sin que pudieran arrebatárselas impunemente. Por la encomienda organizaba su propio gobierno local y regional, bajo un régimen de tributos que distinguía ingresos y condiciones, y que no llegaban al Rey —que renunciaba a ellos— sino a los Conquistadores. A quienes no les significó ningún enriquecimiento descontrolado y si en cambio, bastantes dolores de cabeza, como surgen de los testimonios de Antonio de Mendoza o de Cristóbal Alvarez de Carvajal y de innumerables jueces de audiencias. Como bien ha notado el mismo Ramón Carande en "Carlos V y sus banqueros", eran tan férrea la protección a los indios y tan grande la incertidumbre económica para los encomenderos, que América no fue una colonia de repoblación para que todos vinieran a enriquecerse fácilmente. Pues una empresa difícil y esforzada, con luces y sombras, con probos y pícaros, pero con un testimonio que hasta hoy no han podido tumbar las monsergas indigenistas: el de la gratitud de los naturales. Gratitud que quien tenga la honestidad de constatar y de seguir en sus expresiones artísticas, religiosas y culturales, no podrá dejar de reconocer objetivamente


No es España la que despoja a los indios de sus tierras. Es España la que les inculca el derecho de propiedad, la que les restituye sus heredades asaltadas por los poderosos y sanguinarios estados tribales, la que los guarda bajo una justicia humana y divina, la que los pone en paridad de condiciones con sus propios hijos, e incluso en mejores condiciones que muchos campesinos y proletarios europeos Y esto también ha sido reconocido por historiógrafos no hispanistas. Es España, en definitiva, la que rehabilita la potestad India a sus dominios, y si se estudia el cómo y el cuándo esta potestad se debilita y vulnera, no se encontrará detrás a la conquista ni a la evangelización ni al descubrimiento, sino a las administraciones liberales y masónicas que traicionaron el sentido misional de aquella gesta gloriosa. No se encontrará a los Reyes Católicos, ni a Carlos V, ni a Felipe II. Ni a los conquistadores, ni a los encomenderos, ni a los adelantados, ni a los frailes. Sino a los enmandilados Borbones iluministas y a sus epígonos, que vienen desarraigando a América y reduciéndola a la colonia que no fue nunca en tiempos del Imperio Hispánico.
La sed de Oro
Se dice, en segundo lugar, que la llegada y la presencia hispánica no tuvo otro fin superior al fin económico; concretamente, al propósito de quedarse con los metales preciosos americanos.

Y aquí el marxismo vuelve a brindarnos otra aporía Porque sí nosotros plantamos la existencia de móviles superiores, somos acusados de angelistas, pero si ellos ven sólo ángeles caídos adoradores de Mammon se escandalizan con rubor de querubines. Si la economía determina a la historia y la lucha de clases y de intereses es su motor interno; si los hombres no son más que elaboraciones químicas transmutadas, puestos para el disfrute terreno, sin premios ni castigos ulteriores, ¿a qué viene esta nueva apelación a la filantropía y a la caridad entre naciones. Unicamente la conciencia cristiana puede reprobar coherentemente —y reprueba semejantes tropelías. Pero la queja no cabe en nombre del materialismo dialéctico. La admitimos con fuerza mirando el tiempo sub specie aeternitatis. Carece de sentido en el historicismo sub lumine oppresiones. Es reproche y protesta si sabemos al hombre "portador de valores eternos", como decía José Antonio, u homo viator, como decían los Padres. Es fría e irreprochable lógica si no cesamos de concebirlo como homo acconomicus.
Pero aclaremos un poco mejor las cosas.
Digamos ante todo que no hay razón para ocultar los propósitos económicos de la conquista española. No solo porque existieron sino porque fueron lícitos. El fin de la ganancia en una empresa en la que se ha invertido y arriesgado y trabajado incansablemente, no está reñido con la moral cristiana ni con el orden natural de las operaciones. Lo malo es, justamente, cuando apartadas del sentido cristiano, las personas y las naciones anteponen las razones financieras a cualquier otra, las exacerban en desmedro de los bienes honestos y proceden con métodos viles para obtener riquezas materiales. Pero éstas son, nada menos, las enseñanzas y las prevenciones continuas de la Iglesia Católica en España. Por eso se repudiaban y se amonestaban las prácticas agiotistas y usureras, el préstamo a interés, la "cría del dinero", las ganancias malhabidas. Por eso, se instaba a compensaciones y reparaciones postreras —que tuvieron lugar en infinidad de casos—; y por eso, sobre todo, se discriminaban las actividades bursátiles y financieras como sospechosas de anticatolicismo. No somos nosotros quienes lo notamos. Son los historiógrafos materialistas quienes han lanzado esta formidable y certera "acusación" ni España ni los países católicos fueron capaces de fomentar el capitalismo por sus prejuicios antiprotestantes y antirabínicos. La ética calvinista y judaica, en cambio, habría conducido como en tantas partes, a la prosperidad y al desarrollo, si Austrias y Ausburgos hubiesen dejado de lado sus hábitos medievales y ultramontanos.
De lo que viene a resultar una nueva contradicción. España sería muy mala porque llamándose católica buscaba el oro y la plata. Pero seria después más mala por causa de su catolicismo que la inhabilitó para volverse próspera y la condujo a una decadencia irremisible.
Tal es, en síntesis, lo que vino a decirnos Hamilton —pese a sí mismo hacia 1926, con su tesis sobre "Tesoro Americano y el florecimiento del Capitalismo". Y después de él, corroborándolo o rectificándolo parcialmente, autores como Vilar, Simiand, Braudel, Nef, Hobsbawn, Mouesnier o el citado Carande. El oro y la plata salidos de América (nunca se dice que en pago a mercancías, productos y estructuras que llegaban de la Península) no sirvieron para enriquecer a España, sino para integrar el circuito capitalista europeo, usufructuado principalmente por Gran Bretaña.
Los fabricantes de leyendas negras, que vuelven y revuelven constantemente sobre la sed de oro como fin determinante de la Conquista, deberían explicar, también, por que España llega, permanece y se instala no solo en zonas de explotación minera, sino en territorios inhóspitos y agrestes. Porque no se abandonó rápidamente la empresa si recién en la segunda mitad del siglo XVI se descubren las minas más ricas, como las de Potosí, Zacatecas o Guanajuato. Por qué la condición de los indígenas americanos era notablemente superior a la del proletariado europeo esclavizado por el capitalismo, como lo han reconocido observadores nada hispanistas como Humboldt o Dobb, o Chaunu, o el mercader inglés Nehry Hawks, condenado al destierro por la Inquisición en 1751 y reacio por cierto a las loas españolistas. Por qué pudo decir Bravo Duarte que toda América fue beneficiada por la Minería, y no así la Corona Española. Por qué, en síntesis —y no vemos argumento de mayor sentido común y por ende de mayor robustez metafísica—, si sólo contaba el oro, no es únicamente un mercado negrero o una enorme plaza financiera lo que ha quedado como testimonio de la acción de España en América, sino un conglomerado de naciones ricas en Fe y en Espíritu. El efecto contiene y muestra la causa: éste es el argumento decisivo. Por eso, no escribimos estas líneas desde una Cartago sudamericana amparada en Moloch y Baal, sino desde la Ciudad nombrada de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires, por las voces egregias de sus héroes fundadores.
El genocidio indigena
Se dice, finalmente, en consonancia con lo anterior, que la Conquista —caracterizada por el saqueo y el robo— produjo un genocidio aborigen, condenable en nombre de las sempiternas leyes de la humanidad que rigen los destinos de las naciones civilizadas.
Pero tales leyes, al parecer, no cuentan en dos casos a la hora de evaluar los crímenes masivos cometidos por los indios dominantes sobre los dominados, antes de la llegada de los españoles; ni a la hora de evaluar las purgas stalinistas o las iniciativas multhussianas de las potencias liberales. De ambos casos, el primero es realmente curioso. Porque es tan inocultable la evidencia, que los mismos autores indigenistas no pueden callarla. Sólo en un día del año 1487 se sacrificaron 2.000 jóvenes inaugurando el gran templo azteca del que da cuenta el códice indio Telleriano-Remensis. 250.000 víctimas anuales es el número que trae para el siglo XV Jan Gehorsam en su articulo "Hambre divina de los aztecas". Veinte mil, en sólo dos años de construcción de la gran pirámide de Huitzilopochtli, apunta Von Hagen, incontables los tragados por las llamadas guerras floridas y el canibalismo, según cuenta Halcro Ferguson, y hasta el mismísimo Jacques Soustelle reconoce que la hecatombe demográfica era tal que si no hubiesen llegado los españoles el holocausto hubiese sido inevitable. Pero, ¿qué dicen estos constatadores inevitables de estadísticas mortuorias prehispánicas? Algo muy sencillo: se trataba de espíritus trascendentes que cumplían así con sus liturgias y ritos arcaicos. Son sacrificios de "una belleza bárbara" nos consolará Vaillant. "No debemos tratar de explicar esta actitud en términos morales", nos tranquiliza Von Hagen y el teólogo Enrique Dussel hará su lectura liberacionista y cósmica para que todos nos aggiornemos. Está claro: si matan los españoles son verdugos insaciables cebados en las Cruzadas y en la lucha contra el moro, si matan los indios, son dulces y sencillas ovejas lascasianas que expresaban la belleza bárbara de sus ritos telúricos. Si mata España es genocidio; si matan los indios se llama "amenaza de desequilibrio demográfico".


La verdad es que España no planeó ni ejecutó ningún plan genocida; el derrumbe de la población indígena —y que nadie niega— no está ligado a los enfrentamientos bélicos con los conquistadores, sino a una variedad de causas, entre las que sobresale la del contagio microbiano. La verdad es que la acusación homicidica como causal de despoblación, no resiste las investigaciones serias de autores como Nicolás Sánchez Albornoz, José Luis Moreno, Angel Rosemblat o Rolando Mellafé, que no pertenecen precisamente a escuelas hispanófilas. La verdad es que "los indios de América", dice Pierre Chaunu, "no sucumbieron bajo los golpes de las espadas de acero de Toledo, sino bajo el choque microbiano y viral",. la verdad —¡cuántas veces habrá que reiterarlo en estos tiempos!— es que se manejan cifras con una ligereza frívola, sin los análisis cualitativos básicos, ni los recaudos elementales de las disciplinas estadísticas ligadas a la historia. La verdad incluso —para decirlo todo— es que hasta las mitas, los repartimientos y las encomiendas, lejos de ser causa de despoblación, son antídotos que se aplican para evitarla. Porque aquí no estamos negando que la demografía indígena padeció circunstancialmente una baja. Estamos negando, sí, y enfáticamente, que tal merma haya sido producida por un plan genocida.
Es más si se compara con la América anglosajona, donde los pocos indios que quedan no proceden de las zonas por ellos colonizados -¿donde están los índios de Nueva Inglaterra?- sino los habitantes de los territorios comprados a España o usurpados a Méjico.
Ni despojo de territorios, ni sed de oro, ni matanzas en masa. Un encuentro providencial de dos mundos. Encuentro en el que, al margen de todos los aspectos traumáticos que gusten recalcarse, uno de esos mundos, el Viejo, gloriosamente encarnado por la Hispanidad, tuvo el enorme mérito de traerle al otro nociones que no conocía sobre la dignidad de la criatura hecha a imagen y semejanza del Creador. Esas nociones, patrimonio de la Cristiandad difundidas por sabios eminentes, no fueron letra muerta ni objeto de violación constante.
Fueron el verdadero programa de vida, el genuino plan salvífico por el que la Hispanidad luchó en tres siglos largos de descubrimiento, evangelización y civilización abnegados.
Y si la espada, como quería Peguy, tuvo que ser muchas veces la que midió con sangre el espacio sobre el cual el arado pudiese después abrir el surco; y si la guerra justa tuvo que ser el preludio del canto de la paz, y el paso implacable de los guerreros de Cristo el doloroso medio necesario para esparcir el Agua del Bautismo, no se hacia otra cosa más que ratificar lo que anunciaba el apóstol: sin efusión de sangre no hay redención ninguna.
La Hispanidad de Isabel y de Fernando, la del yugo y las flechas prefiguradas desde entonces para ser emblema de Cruzada, no llegó a estas tierras con el morbo del crimen y el sadismo del atropello. No se llegó para hacer víctimas, sino para ofrecernos, en medio de las peores idolatrías, a la Víctima Inmolada, que desde el trono de la Cruz reina sobre los pueblos de este lado y del otro del océano temible.