Reflexión

INDISPENSABLE REFLEXIÓN

Sobre el Sedevacantismo se ha dicho lo que se ha querido, muchos han opinado sobre esta posición teológica y canónica católica sin conocer en profundidad sus verdaderos orígenes y desarrollo, sus verdaderos protagonistas --eclesiásticos de la mayor relevancia jerárquica como intelectual--, sus verdaderos y graves fundamentos dogmáticos, su imperiosa razón de defender a los católicos de la grave apostasía y cisma en el que ahora viven y malviven. Paradójica y curiosamente sus máximos enemigos y detractores han sido aquellos que se dicen "defensores de la tradición católica", estos son los falsos tradicionalistas, todos ellos ex miembros de la FSSPX a la cual hoy día calumnian y difaman con un diabólico resentimiento; dirigidos por una élite infiltrada con psudosteólogos que inventaron laberínticas "tesis" rabínicas-dominicas-jesuíticas, y de una gran malicia al servicio del complot judeo-masónico, y secundados por la complicidad y servilismo de una mayoría de incautos que movidos siempre por la ingenuidad de una cómoda negligencia se alimentan de las "teologías" y de los "teólogos" del facebook o de los blog de la internet. Frente a todos estos paracaidístas devenidos en estos últimos meses al "sedevacantismo" los hay de muchos colores, entre ellos contamos a los desilucionados por el coqueteo de Jorge Bergoglio con los Protestantes, Judíos y Musulmanes, como si Ratzinger, Wojtila y Montini no lo hubiesen hecho antes, estos nuevos "sedevacantistas" creen que solo Bergoglio es hereje formal y material y por lo tanto no es papa, pero los muy incautos "ignorantes en la cuestión" aceptan la misa nueva y los sacramentos dados con el nuevo ritual inválido e ilegítimo de Paulo VI. Los Católicos fieles creemos firmemente que el último Papa de la Iglesia Católica Apostólica Romana fue S.S Pío XII y que de allí por defecto y consecuencia de la Grana Apostasía ha cesado la institución del cónclave y cualquier iniciativa al respecto, solo será una delirante intentona.

martes, 1 de noviembre de 2016

QUE TODOS LOS REYES LO ADOREN, Y TODAS LAS NACIONES LO SIRVAN. SU PODER ES ETERNO Y NO LE SERÁ ARREBATADO: Y SU REINO ES UN REINO QUE NO SE DESHARÁ.... (Fotos tomadas el último domingo de Octubre en nuestra Capilla de Argentina, en la Solemnidad de la Festividad de Cristo Rey)


Cristo es Rey por el doble título de Creador y Redentor de todos los hombres, por lo cual le deben entera sumisión no solamente los individuos, sino igualmente las familias, sociedades y naciones. Instituida en 1925 por Pío XI, esta fiesta inflama el corazón de los fieles contra los errores opuestos a los derechos divinos de Nuestro Señor Jesucristo, tan conculcados ya en aquel momento.
En su encíclica del 11 de diciembre de 1925, el Papa Pío XI denunció la gran herejía moderna del secularismo, el cual se niega a reconocer los derechos de Dios y su Cristo sobre las personas y sobre la sociedad misma, como si Dios no existiera.
El Santo Padre instituyó la fiesta de Cristo Rey para que fuera una declaración pública, social y oficial de los derechos reales de Jesús, como Dios el Creador, como el Verbo Encarnado y como Redentor. Esta fiesta da a conocer y reconoce estos derechos de la manera más adecuada para el hombre y la sociedad mediante el acto de religión más sublime, la Santa Misa. De hecho, el fin del Santo Sacrificio es el reconocimiento del completo dominio de Dios sobre nosotros, y nuestra total y completa dependencia de Él.
El Santo Padre manifestó su deseo de que esta fiesta se celebrara hacia finales del año litúrgico, en el último domingo de octubre, como la consumación de todos los misterios mediante los cuales Jesús ha establecido sus poderes reales, y casi en la víspera de la fiesta de Todos los Santos, donde Él es “la corona de todos los santos”; "hasta que sea la corona de todos a los que en la tierra salva por la aplicación de los méritos de su Pasión en la Misa." (Secreta).
Dice el Catecismo del Concilio de Trento que “el fin de la Eucaristía es formar un solo cuerpo místico con todos los fieles,” y así atraerlos a la adoración que Cristo, rey-adorador, como sacerdote y víctima, ejecutó de forma cruenta en la cruz y sigue haciéndolo, de forma incruenta, en el ara del altar de nuestras iglesias y en el altar dorado en el cielo, a Cristo, rey-adorado, como el Hijo de Dios, y a su Padre a quien ofrece estas almas.

Fuente: Dom Gaspar Lefebvre, OSB, 1945, adaptado y resumido.








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